En los últimos años, el mundo ha observado cómo Arabia Saudita e Israel participaban en un complejo baile diplomático, avanzando hacia lo que parecía un inevitable saludo histórico. Sin embargo, el espejismo de la normalización saudita-israelí sigue siendo esquivo, atrapado en intrincadas dinámicas geopolíticas que trascienden gestos simbólicos o sonrisas diplomáticas.

La Posición Inquebrantable de Riad sobre el Estado

En el corazón de este callejón sin salida geopolítico está la condición no cumplida de Arabia Saudita: un estado palestino. Los términos de Riad no son simplemente retórica política; según el Ministro de Asuntos Exteriores saudita, el Príncipe Faisal bin Farhan, requieren un “camino creíble e irreversible hacia un estado palestino”. Este principio es el núcleo de su política exterior y sigue siendo innegociable para los líderes sauditas.

A pesar de los esfuerzos diplomáticos internacionales, Arabia Saudita copatrocinó una iniciativa de la ONU liderada por París en julio dirigida a revitalizar las negociaciones de dos estados. La estrategia del Reino se hizo más robusta después de que el plan de asentamientos E1 de Israel recibiera luz verde, un acto condenado globalmente y visto como un debilitamiento de la integridad territorial palestina.

Las Firmes Líneas Rojas de Jerusalén

Israel, bajo el liderazgo del Primer Ministro Benjamín Netanyahu, es igualmente firme en mantener el control de seguridad sobre territorios que considera cruciales. Sin embargo, esta postura es irreconciliable con cualquier apariencia de un estado palestino, dado los límites impuestos por sus socios de coalición de extrema derecha. Mientras Israel pueda saborear victorias tácticas a través de alianzas discretas o diplomacia simbólica, sin pasos sustantivos hacia las demandas de Riad, el progreso real parece lejano.

La Influencia Menguante de Washington

Estados Unidos, tradicionalmente mediador, ve que su influencia disminuye. El enfoque del Presidente Biden buscó combinar la normalización con acuerdos de defensa y nucleares, un trío denominado una “gran transacción”. Sin embargo, el regreso de la administración Trump en 2025 cambió el enfoque lejos de la normalización de las relaciones saudita-israelíes, permitiendo involuntariamente que Riad asegurara ventajas estratégicas sin concesiones diplomáticas. Este cambio podría estar permitiendo sutilmente al Príncipe Heredero saudita Mohammed bin Salman retener la normalización sin arriesgar los entregables estratégicos estadounidenses.

Gaza: Una Prueba de Decisión Geopolítica

Además, la política exterior de Arabia Saudita cada vez más ve a Gaza más allá de su crisis humanitaria inmediata. El liderazgo del Reino vincula el proceso de normalización a los resultados de desarrollo, gubernamentales y políticos de Gaza. El dilema de Gaza, por lo tanto, se considera un determinante crítico para cualquier eventual acuerdo saudita-israelí.

Perspectivas para el Progreso

El avance futuro en las relaciones árabe-israelíes depende de desarrollos críticos: cambios en las políticas de asentamientos de la Cisjordania de Israel o aclaraciones sobre los arreglos nucleares entre EE.UU. y Arabia Saudita, reflejando las actuales dinámicas geopolíticas. Mientras tanto, los gestos sauditas a través de otra cumbre al estilo París o diálogos significativos con Jerusalén pueden tender un puente en el impasse, aunque el laberinto geopolítico sigue intacto.

Conclusión: La Brecha Aún No Cerrada

La promesa de la normalización saudita-israelí no es simplemente una cuestión de ‘si’. Es una cuestión de ‘cuándo’, condicionada al costo exacto asociado con una paz verdadera. La insistencia de Riad en la sustancia sobre el simbolismo choca con las ofertas contrarias de Jerusalén, mientras el acto de equilibrio político de Washington estira sus fibras diplomáticas. Hasta que estas divisiones se reconcilien, el esperado abrazo diplomático corre el riesgo de permanecer en una ilusión óptica.

Como se indica en Middle East Monitor, esta disputa simboliza dinámicas regionales más amplias donde la diplomacia es solo una pieza de un rompecabezas mucho más grande y complejo, uno que requiere más que sonrisas para su resolución.